Cola de la Oficina para la Adjudicación de Viviendas de Protección Oficial. Lunes por la mañana.
Andoni Putaidea lleva diez minutos esperando pero por fin llega su turno.
–Buenos días –saluda Andoni al funcionario.
–Buenas noches –le responde el funcionario con cara de mala hostia.
–Venía para solicitar un piso.
–Ya, ya. Como todos. ¿Trae toda la documentación necesaria?
–Creo que sí –dice Andoni entregándole un abultado sobre.–Veamos. Contratos, nóminas, formularios rellenados, fotografías de su pareja en pelotas, fotocopia del DNI, Carnet de Manipulador de Elementos, un ejemplar de El Faro de LEIOA, una carta de recomendación de su abuela... ¡Ajá! Está todo menos el sello.
–Está ahí.
–Éste no vale.
–¿Cómo que no vale?
–Este sello es de Correos. Necesita un sello especial con la cara de Ibarretxe que puede comprar en la quinta planta.
–¡Esto es absurdo!
–Un poco sí. Es para tocar los cojones. Es que nos aburrimos mucho, ¿sabe usted?
–¿Quinta planta ha dicho?
–Quinta planta, sí. En una ventanilla que pone SELLOS.
Andoni se dirige al ascensor. El cartel lo dice claramente: AVERIADO. Cien escalones después llega a la quinta planta. Hay unas diez ventanillas en las que no hay cola y sólo una con una cola tremenda: la de los putos SELLOS. Veinte minutos después le llega el turno.
–Buenos días.
–Buenas noches.
–Quería un sello especial...
–Ya, ya. Como todos. Son veintinueve euros.
–¡¿Cómo?!
–¡Veintinueve euros! ¿Es que está usted sordo?
–No he traído tanto dinero. Quién iba a imaginar...
–Aceptamos pagos con tarjeta.
Cien escalones después (y con veintinueve euros menos en la cuenta) Andoni se acerca a la ventanilla del amable funcionario.
–Mire, que soy yo –¿quién iba a ser?–, que le traigo el sello.
–Ya, ya. Como todos. ¡A la cola!
Veinte minutos después:
–Tome, el puto sello.
–Lo siento –miente el funcionario–. Hemos cerrado.
–¿Cerrado? ¡Será una broma! Pero si no son ni las diez y media.
–Oiga, que yo también tengo derecho a tiempo de ocio. Vuelva mañana.
–¡Esto es inaudito!
–¡Vuelva mañana!
Cola de la Oficina para la Adjudicación de Viviendas de Protección Oficial. Martes por la mañana.
Llega el turno de Andoni.
–Buenos días.
–Buenas noches.
–Que vine ayer y entregué todo menos el sello.
–Ya, ya. Como todos. ¿Y el documento de afiliación al PNV o en su defecto fotocopia del carné de militante?
–¿Cómo? ¿Dónde ponía que había que entregar semejante cosa?
–En ningún sitio. Pero lo sabe todo el mundo. ¿Tiene aquí esa documentación?
–¡Claro que no!
–Si quiere me la puede traer mañana –dice el bastardo con toda naturalidad, sin inmutarse.
–¡Pero es que yo no soy del PNV!
–Aaah. Que es usted... de los otros. En ese caso tiene que entregar la solicitud en la sexta planta, en la ventanilla OTROS.
–¡Me cagüen la hostia!
–Los baños están en la séptima planta.
El funcionario le devuelve el sobre con todos los papeles y fotografías (y el sello de veintinueve euros, no lo olvidemos). Andoni se dirige al ascensor. AVERIADO. Ciento veinte escalones y una cola de veinte minutos después:
–Buenos días.
–Buenas noches.
–Mire, que me han dicho...
–Ya, ya. Como a todos... los otros.
Andoni le entrega el sobre al funcionario y le pregunta:
–Oiga, ¿sabe usted cuándo van a arreglar el ascensor?
–¡Arreglar el ascensor! ¡Qué cachondo!
Andoni se despide cortésmente:
–Hasta luego.
–Ya le llamaremos.
Y le llamaron (a cobro revertido) para decirle que no le había tocado el pisito.
(Ahora que lo pienso esta historia no es tan absurda).
(Publicada en los números 10 y 19,5).