Imanol entra en la pescadería:
–Buenos días –dice Imanol.
–Buenas noches. ¿Qué quería?
–Quería muchas cosas, pero en estos momentos lo que quiero es un pollo.
–¿Un pollo?
–Sí, claro.
–Pero esto es una pescadería.
–Ah, claro –Imanol piensa unos segundos–. Bueno, pues me pones medio kilo de lomo de cerdo, como tú.
–¿Te estás riendo de mí?
–Todavía no, dentro de un rato. ¿No tienes lomo?
–Sí, de tu madre, digo... de merluza.
–No me gusta la merluza. Pues me vas a poner... ¿tienes hamburguesas?
–Sí, de rodaballo, ¡no te jode!
–Pues me pones cuatro.
–¿Quieres unas hostias?
–No, prefiero patatas. Ponme un kilo de patatas pero que no estén podridas como eso que veo ahí. Ah, son tus manos.
–Con las que te voy a dar puñetazos hasta en el DeNeI.
–Bueno, pues como no tienes lo que quiero me voy a la panadería de enfrente a ver si tienen.
–Suerte, cabrón.
–Tu padre.
–El tuyo.
–Seguramente es el mismo.
Imanol sale de la pescadería y se cruza con Sergio y le dice:
–Tu turno.
–Tu turno.
Sergio entra en la pescadería.
(Publicada en el número 19,5).
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